miércoles, 22 de junio de 2011

# nueva vida

Les cuento que el día lunes, en medio de una lluvia torrencial, me embarqué en un bus junto a mi amor que siempre a todas mis aventuras acompaña. Fue un viaje corto, pues lo pasé más en sueño que en realidad. La lluvia no paró en ningún momento, y muchas veces no dejó ver nada por mi ventana. Decidí ponerle un fin a lo que me hacía mal, específicamente a mi cuerpo, así que sabía a lo que iba.

Me abrió la puerta. En medio de la lluvia, pude observar un jardín pequeño, pero recargado de plantas y arbustos y hojas por doquier. Me cubrí de la lluvia en un pequeño porche de entrada, de acogedora madera, con sillones de mimbre. Al entrar al hogar, pude notar de inmediato que era un hogar con cariño, con amor. El ser pequeño lo hacía más acogedor aún, y sentí el calor que irradiaba esa pequeña estufa a mi lado. En unos sillones de tela vintage, dormían dos grandes gatos, gordos, que en algún momento confundí con cojines.

En la habitación de la izquierda, por favor, tomen asiento. Mientras me sentía cada vez más pequeño en esa silla de bajas proporciones, miraba a mi alrededor, todo era madera de color natural a mi alrededor, una luz tenue, y el sonido de la lluvia. Llegó ella, Katherine, y se sentó frente a mi.

Una hora más tarde, salía al encuentro de mi mamá, bajo la lluvia torrencial, con un color del día que parecía noche, aún no siéndolo. El bus demoró casi un tiempo irreal, ya que en sueños viajé nuevamente.

Llegué a mi casa aún no seguro de todo lo que conllevó este viaje.

Hoy sé, que esa conversación frente a frente, cambiará mi vida, al menos por unos meses, y recién comienzo a asimilar la importancia de esto. Gracias a ti todo es más fácil para mi, gracias por acompañarme siempre. Te amo.

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Sin pensarlo dos veces.